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El Catoblepas, número 124, junio 2012
  El Catoblepasnúmero 124 • junio 2012 • página 5
Voz judía también hay

No hubo enroque India-Israel

Gustavo D. Perednik

El último 30 de mayo se disputó en Moscú la partida final del campeonato mundial de ajedrez entre el campeón indio Anand y el desafiante israelí Boris Gelfand. El mismo día se presentó en la Feria del Libro de Madrid La humanidad y el ajedrez (Libros Certeza, 242 páginas), una nueva obra de Gustavo Perednik que lleva por subtítulo Tratado de ajedrología: la disciplina que estudia los vínculos del ajedrez con las artes, las letras, la ciencia, la filosofía, y la cultura en general

El israelí Boris Gelfand y el indio Viswanathan Anand disputan en Moscú el campeonato mundial de ajedrez 2012

Después de un milenio de fidelidad entre el ajedrez y la especie humana, la importancia del juego más famoso de Occidente es incontrovertible. Ha concitado la atención de filósofos, reyes y poetas, y ha grabado para la posteridad los nombres y experiencias de sus máximos teóricos y jugadores, que incluyen a muchos grandes: Dante, Boccaccio, Maquiavelo, Teresa de Jesús, Lutero, Richelieu, Leibniz, Newton, Víctor Hugo, Heine, Walter Scott, Tolstoi, Lenin, Sartre, John Lennon... La lista es interminable. Eran célebres las partidas entre Rousseau y Diderot en el Café Maugis; Federico II de Prusia jugaba con Voltaire por correspondencia; Napoleón solía perder ante Talleyrand; Catalina II de Rusia lo enseñó a su hijo Pablo para formarlo como zar.

Las muchas versiones de cómo nació el ajedrez incluyen leyendas e historias aceptadas. Entre las primeras destacan nueve: la persa, la china, la egipcia, la india, la babilónica, la hebrea y tres griegas. La crónica documentada, por su parte, lo retrotrae a un pasatiempo indio que es ancestro asimismo de otros cuatro juegos orientales. Se llama chaturanga, que significa en sánscrito «las cuatro angas» o miembros del ejército: elefantes, caballería, carrozas e infantería (que hoy han devenido en torres, caballos, alfiles y peones). De su nombre, por vía de chatrang, deriva el de ajedrez.

En un recorrido similar al de Las mil y una noches, el ajedrez pasó de la India a Persia, de ésta a Arabia, y de aquí ingresó a Europa, gracias a la difusión del Islam en Sicilia y a la invasión de los moros a España.

En retrospectiva, llama la atención el protagonismo de Persia, si consideramos que aquí se produjo en tiempos modernos el único asalto religioso contra el ajedrez: en 1979 fue prohibido por la revolución islamista del ayatolá Jomeini. Una fatua posterior volvió a permitirlo, pero no extinguió la hostilidad: en el 2000, en la provincia de Kashán, varios clérigos islámicos incitaron a la quema pública de tableros.

Por su parte, los protagonismos de la India y de España siguen plenamente vigentes. La referencia más antigua en el Viejo Mundo es del año 1008, cuando Hermenegildo I ordena en su testamento en Cataluña «que mis piezas de ajedrez sean entregadas al convento de San Egidio». El ingreso del ajedrez a España fue crucial, y nos lleva a la pregunta de quiénes exactamente lo introdujeron.

Luis Vega Montaner insinúa que el trasvase cultural del juego se retrotrae a una delegación israelita que, antes del año 800, visitó la India con funciones de intérprete y allí recogió el juego predecesor del ajedrez. Así, el papel determinante que cupo a los hebreos en la difusión de la sapiencia arábiga en Europa, incluiría la importación del ajedrez. El pueblo de Israel lo tomaba de la India.

Por ello es simbólico que la partida final del torneo mundial haya sido disputada entre, por un lado, el delegado de un país en el que se originó el precedente más remoto del juego y, por el otro, el representante de un pueblo fundamental en su difusión. Incluso si no se produjo el enroque entre la India e Israel.

La antigüedad del ajedrez entre los israelitas es incierta. La leyenda imagina al rey Salomón jugando hace tres mil años con uno de sus asesores; la historia plantea una controversia: si acaso las referencias talmúdicas sobre juegos (del siglo IV) aluden al ajedrez.

El Talmud es el libro judaico por excelencia, y consta coincidentemente de 64 tratados (a los 63 clásicos se agrega habitualmente la colección Tratados Menores). Fue rubricado a fines del siglo V, precisamente en la época en que los persas transmitieron el juego. El ajedrólogo Victor Keats sostiene, en El ajedrez en la historia judía y la literatura hebrea (1995), la opinión minoritaria de que el ajedrez, en efecto, ya aparece en el Talmud.

Sobre el siglo XII ya no hay polémica acerca de la relación entre el ajedrez y el judaísmo. Se refirieron al juego tres polígrafos prohijados en la España medieval: Maimónides (en su comentario a la Mishná, Sanedrín 2:3), Yehuda Halevi (en la conclusión del tratado Cuzarí, 5:20), y su amigo Abraham Ibn Ezra, autor de Haruzim, el reglamento de ajedrez más antiguo existente.

Una edición crítica de dicho reglamento fue presentada en 1989 en Madrid por Luis Vegas Montaner, en el marco del Simposio Internacional sobre Abraham Ibn Ezra. Desde entonces, se ha venido dilucidando la cuestión de introducción del juego en Europa. Abraham Ibn Ezra narra el envío de un intérprete judío a la India, durante el califato de los primeros abasíes, y esta misión podría involucrar el trasvase cultural del ajedrez. Un siglo después de dicha narración, la vasta obra cultural de Alfonso X el Sabio abarcó su Libro de los juegos: acedrex, dados e tablas (1283) en el que lo propone como aportación a la convivencia de las tres religiones.

Alrededor del año 1300, el poeta Moisés de Zaragua Açan escribió un tratado rimado sobre ajedrez que comienza con un relato de la Creación y concluye con las reglas del juego, y con una condena de todos los demás pasatiempos, especialmente los naipes. Similar diferenciación establecieron en 1575 los rabinos de Cremona cuando sentenciaron que "todos los juegos son malos y causan problemas, a excepción del ajedrez". En 1497, Luis de Lucena, nacido judío y converso por la Inquisición, escribió Repetición de amores y arte de Axedrez, el libro más antiguo sobre el tema. Unos lustros después, Miguel de Cervantes usó al ajedrez como alegoría de la vida en general, en el dictamen de Sancho (II,12): «mientras dura el juego, cada pieza tiene su particular oficio; y en acabándose el juego, todas se mezclan, juntan y barajan, y dan con ellas en una bolsa, que es como dar con la vida en la sepultura".

La importancia central de España en la evolución histórica del ajedrez encarna especialmente en el clérigo Ruy López de Segura, autor del pionero Libro de la invención liberal y arte del juego del Ajedrez (Alcalá de Henares, 1561), que durante casi dos siglos fue la referencia universal del asunto. Ruy López era hijo de mercaderes de Zafra, a quienes frecuentemente se atribuye criptojudaísmo. Ruy es considerado el primer campeón del mundo registrado en Europa; y el creador de la teoría del ajedrez a quien se debe la apertura española o Ruy López, fundamental en el desarrollo teórico.

Hacia 1622, apareció La delicia del rey, libro sobre el juego-ciencia atribuido a León Modena, uno de las personalidades deslumbrantes del Renacimiento. Erudito veneciano, rabino, poeta… y apostador empedernido. Niño precoz, a los doce años tradujo al hebreo el primer canto de Orlando Furioso de Ariosto, y a los trece escribió un tratado contra los juegos de azar (sic) que superó las diez ediciones y fue traducido a varios idiomas.

Durante el Siglo de las Luces, Moisés Mendelssohn y Gotthold Lessing mantuvieron una amistad que tuvo gran influencia en la Emancipación judía, y que nació frente al tablero allá por 1750. Ambos se refieren al ajedrez en sus obras.

En 1837, el judío francés Aron Alexandre (1766–1850) redactó la primera Enciclopedia de Ajedrez, que consistía en un catálogo de aperturas con un prólogo en cuatro idiomas. Durante esos años se publicaron dos obras de ajedrez en hebreo: un tratado de Zevi Uri Rubinstein y un poema de Jacob Einchenbaum. Éste fue matemático y uno de los educadores iluministas más innovadores. Su poema hebraico acerca de la partida se titula Ha-kerav (la batalla) y consiste en ochenta estrofas rimadas, cada una de seis versos duodecasílabos.

A fines del siglo XIX, nació la Escuela Moderna, iniciada por Wilhelm Steinitz, cuya teoría enfatiza la corrección analítica de cada movimiento y el desarrollo orgánico de trebejos. Del siglo XX, no es un exceso afirmar que la mayor parte de la doctrina ajedrecística es creación de judíos.

Siegbert Tarrasch formuló la teoría del centro, desgranando cómo apresurar el ritmo steinitziano y cómo abrir líneas para el ataque sin perder las ventajas posicionales. El credo de Tarrasch fue, a su turno, cuestionado en sus puntos fundamentales por Arón Nimzowitsch, máximo exponente del denominado ajedrez hipermoderno. Otro pionero del hipermodernismo fue Richard Réti, llamado "el poeta más destacado del tablero».

Cabe resumir con Julio Ganzo las cuatro etapas de consolidación del ajedrez moderno: la psicológica de Lasker, la científica de Tarrasch, la posicional de Capablanca, y la energética de Breyer. Tres de ese cuarteto fueron israelitas.

Causas posibles

Según las conclusiones de R. Hartston y P. C. Watson en Psicología del ajedrez, el generador primordial de la ajedrofilia judaica fue la necesidad de destacar en aquellas actividades que no les habían sido vedadas. Por su parte, Gerald Abrahams sostiene cuatro explicaciones alternativas, a saber: 1) que los judíos producen más que otros grupos el intelectual puro, 2) que han demostrado a través de la historia cierta devoción por el estudio y el aprendizaje, 3) que la experiencia los ha hecho perseverantes y 4) que las migraciones y el cosmopolitismo los dotaron de una predisposición para los idiomas, incluído este peculiar idioma que es el ajedrez.

Probablemente existe una causa adicional que abona las mencionadas: el ajedrez requiere una pecu­liar forma de pensamiento, similar a la del estudio talmúdico, en el que se educaron grandes Maestros Internacionales como Oscar Chajes, Aron Nimzowitch, Akiva Rubinstein y Samuel Reshevsky.

Es notable que mucho se sabe y estudia sobre el pueblo judío, y muy poco sobre su libro fundamental: el Talmud, una colección de más de cuatro mil páginas que es columna literaria de la tradición israelita, y constituye el epicentro creativo de su cultura.

Los siete aspectos siguientes son paralelos entre el estudio talmúdico y el del ajedrez: la indispensabilidad del estudio, la memoria, la comprehensión visual, la centralidad de la rígida ley, la importancia del debate, la necesidad de inteligencia atrevida, y un pensamiento antiautoritario.

Varios campeones mundiales judíos se mantuvieron en la cima durante décadas, desde Emanuel Lasker hasta Garry Kimovich Kasparov (nacido Weinstein) quien fue el campeón más activo en la organización de torneos. Su maestro, Mijail Botvinnik, le advirtió que sus posibilidades de éxito aumentarían si cambiaba el apellido Weinstein por el de su madre. La intensa actividad de Kasparov lo llevó a Tel Aviv en 1994, para colocar la piedra fundacional de la Academia Internacional de Ajedrez. La decisión de fundar allí la Academia se explica en parte por el fortalecimiento del ajedrez israelí gracias a la inmigración desde Rusia a partir de 1990. Israel había ascendido de ser un país de alto promedio (entre la segunda docena de naciones del mundo) a figurar en el tope del ranking mundial. El país cuenta con decenas de Grandes Maestros, clubes de ajedrez, escuelas y centros comunitarios que ofrecen cursos.

Con apenas 7 millones de habitantes, el país judío exhibe notables logros ajedrecísticos, verbigracia:

Si bien esta prominencia ajedrecística se debe parcialmente a la ola inmigratoria rusa, también puede explicarse por la especial relación que los judíos han tenido y tienen con el juego-ciencia, y que les ha honrado con varios campeones: Korchnoi, Spassky o Fischer, este último consagrado a los quince años como el gran maestro más joven de todos los tiempos, hasta que fue superado por la "joven maravilla", Judit Pólgar, la judía húngara que batió todos los récords. Fue la jugadora más joven en ganar el título de Maestro Internacional (no sólo femenino), cuando apenas cumpía los 12 años de edad, y a los 15 años se transformó en la mujer más joven en obtener el rango de Gran Maestra.

Otros dos Grandes Maestros fueron emblemáticos en su judeidad: Miguel Najdorf y George Koltanowski, quienes se salvaron del Holocausto gracias a que ambos se hallaban de gira ajedrecística en Hispanoamérica al estallar la Segunda Guerra Mundial.

Ambos, además, se especializaron en partidas simultáneas a ciegas, terreno en el que lograron verdaderas proezas. En 1960, Koltanowski jugó 56, de las que ganó el 90% después de casi diez horas de juego. Cuando murió en el 2000, a los 96 años, era el Gran Maestro más anciano del mundo, y había escrito la única columna diaria de problemas ajedrecísticos que se mantuvo activa durante más de medio siglo sin interrupción: la del diario San Francisco Chronicle, para el que escribió todos los días y sin interrupción desde mayo de 1947, llegando a casi veinte mil notas.

En suma, aunque en el reciente campeonato de Moscú no se produjo el enroque India-Israel, se reafirmó allí la pasión judía por el ajedrez.

––

{1} En todo el mundo hay aproximadamente mil Grandes Maestros; cincuenta de ellos son israelíes.

{2} Por ejemplo en Moscú, centro tradicionalmente ajedrecista, hay un Gran Maestro por cada 170.000 personas; en San Petersburgo, uno por cada 215.000. También se ha mencionado a Rejkiavík como posible capital mundial.

 

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