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El Catoblepas, número 95, enero 2010
  El Catoblepasnúmero 95 • enero 2010 • página 5
Voz judía también hay

Israel en el 2040

Gustavo D. Perednik

Sobre la primera novela hebrea de ciencia-ficción,
una utopía social publicada en 1892

El muro de las lamentaciones en 1896

En otro artículo nos hemos referido a un género poco conocido de la literatura judía denominado «utopismo sionista», que abarca una decena de novelas publicadas aproximadamente entre 1880 y 1920, que conjeturan cómo sería un Estado judío renacido en la Tierra de Israel.

La más popular de ellas fue Altneuland («Vieja y Nueva Patria», 1902) de Teodoro Herzl, cuya traducción al hebreo bajo el título de Tel Aviv derivó en el nombre de la pujante ciudad mediterránea.

Altneuland narra el viaje del intelectual judeovienés Friedrich Löwenberg y el aristócrata prusiano Kingscourt quienes, hartos de la decadencia europea, se retiran a una remota isla del archipiélago Cook en el Pacífico.

Iniciada la travesía en 1902, el dúo desembarca imprevistamente en Palestina, cuya descripción evoca la visita del autor al país cuatro años antes: «en las callejuelas sucias y abandonadas, que exhalaban un nauseabundo hedor, pululaban todas las formas de la miseria humana: turcos miserables, árabes sucios y judíos abatidos».

Después de unos días, Löwenberg y Kingscourt prosiguen su viaje hacia la isla remota en la que residirán durante dos décadas retirados de la civilización. Finalmente retornan a Europa, y echan anclas una vez más en la Tierra de Israel, donde descubren con admiración que el viejo terruño decrépito se ha transformado en una sociedad próspera, abierta, libre, industrializada, cosmopolita, y tecnológicamente avanzada. No muy disímil del Israel de hoy en día.

Así imaginaba el autor la metamorfosis del país hacia 1922 (Herzl murió en 1904), gracias a que los judíos reconstruyeran su patria ancestral.

La sociedad reflejada en el libro de Herzl dimana justicia y plena libertad, con educación al alcance de todos sus habitantes, protección para los enfermos e inválidos, jornada de trabajo de siete horas, y otros logros a los que el autor aspiraba.

Es notable que no elude el tema de los árabes, quienes en Altneuland conviven en amistad con los hebreos: la inmigración de éstos ha aportado modernos métodos de trabajo agrícola, y habilidades y voluntades que favorecen a todos los habitantes. Tal como eventualmente ocurriera en la realidad, los árabes de Israel logran en la novela convertir sus miserables chozas en aldeas modernas y florecientes.

El protagonista árabe, Reschid Bey, explica cómo la situación de sus hermanos mejoró gracias a la creativa inmigración israelita: «No es posible imaginar una vida más miserable que la del campesino árabe a fines del siglo XIX. Vivían en casuchas insalubres, y sus hijos se criaban descalzos y desnutridos. Ahora todo ha cambiado. La red de asistencia social les ha traído muchos beneficios y, cuando comenzó la labor de desecación de los pantanos, la canalización, y la plantación de eucaliptus que purifican la atmósfera, hubo trabajo para ellos y fueron espléndidamente beneficiados».

Herzl vislumbró un liderazgo árabe sensato que optaría por la convivencia, como el personificado al poco tiempo por el emir Feisal de Hejaz, opositor al colonialismo británico, quien en 1919 hizo público su apoyo al sionismo y a la reconstrucción judía en Palestina. La suposición de Herzl de una convivencia armoniosa con la población árabe de la Tierra de Israel, se enmarca en el permanente anhelo de paz del movimiento sionista, desde su nacimiento hasta nuestros días.

Lo que ciertamente no previó el padre del sionismo moderno en su utopía novelada, es el lugar que la cultura hebrea ocuparía en el renacido Estado. Por ello su libro recibió duras críticas, especialmente de Ajad Haam, quien cuestionó la ausencia en la novela de expresiones culturales judías, y el hecho de que en la imaginada sociedad israelí se obviara al idioma hebreo como lengua nacional (Herzl preveía un federalismo lingüístico parecido al suizo).

La centralidad del hebreo ya había sido planteada en la precursora de las utopías sionistas: Ein Zukunftsbild, (1882, Una visión del futuro, publicada anónimamente en 1885), de la que en la biblioteca personal de Herzl se encontró un ejemplar.

Sólo en 1954 fue identificado su autor: Edmund Menahem Eisler (1850-1942), quien vaticinaba una monarquía judía, y fue menos ingenuo que Herzl en que supuso que para consolidar el país israelita habría que superar una guerra.

En términos generales, la pionera de estas utopías fue la norteamericana Looking Backward (1888, En retrospectiva), ambientada en el año 2000, que fuera en su época el libro más famoso después de La cabaña del tío Tom.

Su autor, Edward Bellamy (1850-1898) narra la experiencia de Julian West, un acaudalado que despierta en el año 2000 tras un trance hipnótico de trece años. A partir de esta novela, se crearon en EEUU los «Bellamy Clubs», en los que se discutían y se propagaban las ideas socialistas del libro, que alentó también a varias comunidades utópicas.

La de Bellamy inspiró a varias novelas de fines del siglo XIX. Una de ellas fue Freiland: Ein sociales Zukunftbild (1890, Tierralibre: Un anticipo social Freeland), de otro periodista judío de nombre similar: Theodor Hertzka (1854-1924).

Otra, fue publicada en hebreo en mayo de 1892, en la revista Ha’Pardés de Odessa: Un viaje a Éretz Israel en el año 2040 de Eljanán Leib Lewinsky (1857-1910).

Elhanan Lewinsky (1857-1910)

Se inaugura la ciencia-ficción hebrea

El libro de Lewinsky tuvo varias ediciones posteriores: 1893, 1918, 1922, 1954 y 1993, las dos últimas de ellas en antologías de utopías sionistas (publicadas respectivamente por G. Kresler y Peretz Sandler, y Ruth Elboim Dror).

Lewinsky era un maestro hebreo. En 1881, a los 24 años de edad, visitó Israel, y regresó a Rusia convencido de la necesidad de recrear allí el hogar nacional judío. Por ello se adhirió al grupo sionista Jovevéi Sión, trabó amistad con Ajad Haam, fundó la editorial Moriá, y se dedicó a labores literarias. También fundó el primer diario en ídish de Odessa, Gut Morguen. En 1901 trabajó para los viñedos Ha-Carmel de Éretz Israel.

Las obras de Lewinsky fueron publicadas en tres tomos en 1913, y nuevamente en 1936, con un extenso prólogo de Ioséf Klausner.

Cabe destacar que uno de los grandes debates en el incipiente sionismo moderno, fue cuál de las dos utopías era más inspiradora: si la de Lewinsky o Altneuland de Herzl. Es decir: si en la visión del Estado judío debía hacerse prevalecer el logro cultural o el tecnológico.

La polémica se desató cuando Ajad Haam escribió una crítica contra Altneuland, a la que consideraba de inferior calidad que el libro de Lewinsky; y provocó así la defensa de Herzl, especialmente por parte de Max Nordau.

Lewinsky relata en primera persona el viaje de luna de miel a Éretz Israel por parte de una pareja de maestros hebreos, en 2040.

Su descripción del país se basa parcialmente en el libro de Bellamy, al que menciona explícitamente, y en el sionismo cultural de Ajad Haam.

Los visitantes encuentran una tecnología de avanzada (eminentemente agrícola) y, entre otras maravillas, en su visita al Mar Muerto lo hallan tecnológicamente recuperado con lluvias artificiales.

En la novela, la ciudad de Yafo tiene más de un millón de habitantes, está íntegramente alumbrada por luz eléctrica, y exhibe avenidas de dos y tres carriles, y suntuosos edificios algunos de los cuales son de mármol blanco. Su activo puerto compite comercialmente con Marsella y Hamburgo. Aunque se puede viajar por avión, la gente prefiere los barcos eléctricos porque los aviones aún son imperfectos.

Por sobre todo, el idioma hebreo se habla por doquier, no solamente en Israel. El protagonista del relato goza por la abundancia de instituciones y personas con nombres hebreos. Aún muchos no-judíos llevan nombres bíblicos: el ministro de la Legión Francesa se llama Abner Ben Ner, y el jefe del ejército italiano se llama Avishai Ben Tsruriá.

La pareja de recién casados arriba al puerto al que Lewinsky denomina Ashdot, en un barco llamado «Yehuda Hamacabí» (Judas Macabeo), cuyo capitán es Ioná Ben Amitai (como el profeta Jonás). Todos los nombres son hebreos y bíblicos.

Según el texto de Lewinsky, como consecuencia de las persecuciones judeofóbicas se iniciaría la colonización judía en Palestina. Por medio de la adquisición de territorios, comenzaría en Yafo y se extendería hacia Nablus y el río Jordán. En 2040, los judíos poblarían su antigua patria a ambas márgenes del mismo. En Jerusalén se reúne el Consejo Nacional que gobierna, aunque el gobierno parece estar muy disperso, entre funcionarios esparcidos en diversos lugares. La pareja de visitantes conoce en la capital del país la Casa Presidencial; el presidente es elegido por un año.

La educación y la medicina son públicas, la cultura judía está muy difundida; en el Monte de los Olivos se yerguen una universidad y un afamado observatorio. Hay muchas publicaciones: sólo en Yafo se editan seis periódicos, en los que se incluyen secciones de moda y de chismografía. Entre los avisos publicitarios, se menciona la «Enciclopedia Hebrea» ofrecida por «un shékel».

No hay impuestos, y el gobierno vive de sus propias propiedades. El pequeño comercio casi ha desaparecido; hay grandes supermercados. El Estado asegura a los pobladores el sustento básico, sin procurar la igualdad. Precisamente, Lewinsky reivindica la propiedad privada, y plantea la superación de los conflictos de clase con la ayuda de la institución bíblica del año del jubileo. En el mundo entero, tanto la cultura hebrea como la religión judía tienen un lugar de preponderancia. Por ejemplo, las leyes agrícolas del barbecho y las dietéticas (kashrut) son aceptadas por considerarse sanas y beneficiosas.

En el país hebreo no hay enfrentamientos nacionales como en Europa, y la minoría no-judía goza de igualdad ante la ley. El crimen escasea, y la familia es el centro de la vida social. El país vive en paz, fuera de pequeñas desavenencias con beduinos en los páramos de Parán. En cada ciudad hay «Parques de la Paz» y «Explanadas de la Paz». Hay un ejército de 40.000 efectivos, quienes sirven por un año. Lewinsky insinúa que el país está protegido por un rey poderoso, probablemente una superpotencia.

El corazón del país, no es Yafo sino Jerusalén; aquí se centraliza la vida política y cultural, mientras el resto de las ciudades son periféricas. En la metrópolis hierosolimitana que conviven diversas religiones en paz; el Muro Occidental sigue en ruinas.

Ya no hay judeofobia en el mundo, y el móvil que atrae a los judíos hacia Israel es su cultura. Hacia 2040, anunció Lewinsky en 1892, Israel será un centro cultural de la humanidad en el que muchos optarán por estudiar.

 

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